Es el año 2003 y los juegos de la WW2 estan en su climax, con títulos como Medal of Honor, Battlefield 1942 y Wolfestein: Enemy Territory. El público quería vivir una experiencia virtual al estilo de Rescatando al Soldado Ryan, con Omaha Beach y todo. En este escenario es donde aparece Call of Duty.
Un juego lineal y algo opaco, que bien podría haber pasado desapercibido si no fuese por una gran virtud: su extraordinaria intensidad narrativa. Así es, Call of Duty resulta una de aquellas vivencias que definitívamente hay que experimentar para poder creer.
De manera que ya adentrados en la historia, el raciocinio del jugador le da paso al más brutal instinto de supervivencia, en batallas donde la victoria se gana pagando con sangre cada metro.
En definitiva, aunque visualmente pudo haber sido más, este juego logra efectívamente capturar toda esa pasión, valor y dramatismo presentes en los frentes de la espeluznante WW2.
Veredicto: Bien
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